La labor de un maestro nunca fue más
importante y trascendental como ahora. En un contexto de distanciamiento social
que rompe con la dinámica propia y “natural” del quehacer educativo; muchos
maestros se han visto obligados a salir de su zona de confort y hacer frente a
nuevos desafíos como es la Educación a distancia o haciendo uso de los recursos
tecnológicos para llegar a cada hogar y a cada uno de sus estudiantes; girando
así la mirada a aquello que quizás no le había dado la atención necesaria.
Ser maestro en el Perú es un reto
constante, y eso lo sabemos muy bien quienes hemos elegido esta profesión. Los
tiempos cambian, las condiciones también y la Educación también tiene que
hacerlo. No podemos seguir con una escuela del Siglo XVIII para una generación
del Siglo XXI. No obstante, la transformación educativa va más allá de la
sustitución de lo presencial por lo virtual, de los recursos “tradicionales”
por los tecnológicos, de lo sincrónico por lo asincrónico o viceversa. Por el
contrario, implica un proceso complejo de reflexión y acción que debe partir de
la propia comunidad educativa y que requiere de cambios en todos los niveles.
El rol del maestro ha cambiado; ya no
es suficiente ser transmisores de conocimientos; pues estos en cierta medida
resultan hasta innecesario; si lo que se enseña al estudiante está a solo un clic. Un maestro está para todo aquello que un alumno no
puede encontrar en Google; es decir, debe enseñar a aprender, a pensar, a ser
creativo, a tomar decisiones, etc.
Ahora bien, lo dicho en el párrafo
anterior, no es tan sencillo como parece; puesto que, implica de mucho tiempo
de estudio, indagación y preparación, que muchas veces no es reconocido. Por
ello, resulta paradójico reducir la labor de un maestro a dar clases; siendo
ello un claro ejemplo de la incomprensión que hay de quiénes se sienten en la
libertad de juzgar el quehacer pedagógico desde la comodidad de una oficina,
por ejemplo.
Nos encontramos frente a un escenario
nuevo de distanciamiento social por el estado de emergencia, producto de la
pandemia del COVID-19; pero que debe ser objeto de motivación para iniciar el
proceso de transformación de la Educación en nuestro país. Ello nos obliga a
reflexionar e innovar sobre: qué enseñamos; cómo aprenden nuestros estudiantes;
qué, cómo y para qué evaluamos, para qué sí tecnología y para qué no,
etc.
Por otro lado, necesitamos de un
Estado que acorte las brechas que hoy han quedado más que evidentes y que
afectan un derecho fundamental como es la Educación. A la cual, se le dé la
importancia que se merece; pues es el único camino para la transformación
social que tanto anhelamos. Así también, requerimos que se dé lugar a la
innovación y la iniciativa de los maestros y de las escuelas en todo el país;
puesto que, no se educa por decreto y no se cambia si hay temor a la sanción.
Necesitamos menos burocracia, menos discurso y más acción.
Un maestro de verdad siempre estará
dispuesto a hacer lo mejor por los niños y adolescentes del país, por ello, hoy
seis de julio les deseamos: ¡Feliz día, maestro peruano! y como dijo el poeta
César Vallejo: “hay, hermanos y hermanas, muchísimo que hacer”.
Por Fredd Tipismana
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